La picuda Nuestra Señora de Guadalupe, es conocida también como la iglesia de los mexicanos. Está situada frente al Parque de Berlín.
Fue Félix Candela (Madrid, 1910-1997) el «dueño» de este sombrero, también conocido como el «conquistador de la esbeltez», aquel que se atrevió a mezclar con un buen resultado el hormigón con la belleza. El arquitecto e ingeniero mezcló su sangre hispana con la de México, país en el que acabó exiliado tras estallar la Guerra Civil española.
Fue Félix Candela, nacido en Madrid en 1910, el artífice de la obra , se atrevió a mezclar con un buen resultado el hormigón con la belleza. El ingeniero vivió en México, país donde se exilió al estallar la Guerra Civil española.
Esas formas onduladas que caracterizan sus construcciones, como la Iglesia de la Milagrosa en México o L’Oceanogràfic en Valencia llegaron a Madrid en 1962. En 1965 finalizó la construcción de la iglesia. Colaboraron también en la obra el arquitecto mexicano Enrique de la Mora, el ingeniero José Antonio Torroja (hijo de Eduardo Torroja, del que Candela fue discípulo) y el arquitecto español José Ramón Azpiazu.
Para Candela, México resultó el lugar idóneo para construir las estructuras que le harían famoso, los llamados “cascarones de concreto”. Cubiertas ligeras de hormigón que techaban edificios económica y eficazmente ya que resisten por su propia forma y no necesitan grandes pilares.
Parece que Candela la construyó pensando en la Tienda del Encuentro del relato bíblico.
ESCENARIOS DEL NUEVO MADRID: Donde la prolongación de la avenida del General Mola se une con el comienzo del polígono de Santa Marca, el sol otoñal y las flores de los Jardines nuevos pintan el paisaje inédito de esa urbe, casi desconocida, antesala del Madrid de los tres millones de habitantes (texto de la portada)
En 1967, la picuda Nuestra Señora de Guadalupe –un santuario dedicado a la patrona de México– provocaba asombro y desconcierto. Con una estética modernista propia de la escuela Niemeyer, los que paseaban por la Calle Puerto Rico consensuaron, como si de una fábula se tratase, que aquello debía de ser un sombrero mexicano.
Pero pocos quedan ya de aquella congregación mexicana pionera en modificar las eucaristías tras el Concilio Vaticano II, cuya última etapa finalizó el mismo año en que se estrenó la iglesia. Hasta entonces, las misas se daban de espaldas y en latín.